Los tiranos de Atenas hicieron en otro tiempo la experiencia. La pasión de Aristogiton y la fidelidad de Harmodio trastornaron su dominación. Es claro que en estos Estados, donde es vergonzoso conceder sus amores a quien nos ama, esta severidad nace de la iniquidad de los que la han establecido, de la tiranía de los gobernantes y de la cobardía de los gobernados; y que en los países, donde simplemente se dice que es bueno conceder sus favores a quien nos ama, esta indulgencia es una prueba de grosería. Todo esto está más sabiamente ordenado entre nosotros. Pero, como ya dije, no es fácil comprender nuestros principios en este concepto. Por una parte, se dice que es mejor aunar a la vista de todo el mundo que amar en decreto, y que es preciso amar con preferencia los más generosos y más virtuosos, aunque sean menos bellos que los demás. Es sorprendente cómo se interesa todo el mundo por el triunfo del hombre . .