Una matrona ateniense, la sagaz y enérgica Lisistrata, viendo lo poco que cabe esperar del buen juicio de los hombres y comprobando que todo marcha hacia la ruina (cuando la comedia fué estrenada estaba reciente el trágico fin de la empresa de Sicilia), tiene la convicción de que si se quieren remediar las desgracias que pesan sobre Grecia corresponde a las mujeres tomar la iniciativa y obligar a los contendientes a firmar la paz. Con tal fin reúne en una conjura a sus colegas de la ciudad en guerra y, sin dificultad, las convence para que adopten una actitud pasiva, negando a los maridos todo trato conyugal: ocupa la Acrópolis y cierra bajo llave el tesoro del Estado. Se desarrollan entonces una serie de episodios sazonados con una picante y maliciosa comicidad, en la que el poeta, sin dejarse dominar por rencores partidistas, asesta valientemente duros golpes contra amigos o enemigos, doquiera descubra debilidades y vicios.