La niña que perdí en el circo

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Raquel Saguier

Quién sabe si alguna vez -la probabilidad es realmente remota- pueda convencernos la poesía que, puesta a recordar la infancia ya difunta del autor, ignora al niño aún oculto en cada uno de nosotros. Por suerte, las páginas que siguen no le ignoran y ellas son así un puente tendido también hacia la propia infancia del lector. En el camino propuesto por Raquel Saguier, abandonamos muy pronto a los adoradores del calendario, descubrimos que ellos sólo tienen razón a medias: los seres, las cosas y los paisajes de la infancia resisten muy bien eso que el hombre moderno llama madurez y los clásicos preferían llamar «la afrenta de los años».