1. Hija de Edipo, hermana de Ismena, Polinices y Eteodes (v. Edipo, cuad. 9, pág. 149). Las leyendas más antiguas la consideran hija de Eurigania, que lo era, a su vez, del rey de los flegieos, pueblo de Beoda. Pero la forma más corriente de la tradición ¿después de los trágicos¿ la convierte en hija de Yocasta y producto del incesto de Edipo con su propia madre. Cuando Edipo, conocedor de sus crímenes por el oráculo de Tiresias, se hubo quitado la vista y decretado su propio destierro de Tebas, emprendió la marcha, ciego y mendigando el pan por los caminos. Antígona se constituyó en su compañera. Su errabundeo los condujo hasta Colono, en Ática, donde murió Edipo. Muerto su padre, Antígona regresó a Tebas, donde vivió con su hermana Ismene; pero le aguardaba allí una nueva prueba. En la guerra de los Siete Jefes, sus hermanos Eteocles y Polinices luchaban en campos contrarios: el primero, con el ejército tebano; el segundo, con el que atacaba su patria. Cuando los combates que se desarrollaron ante las puertas de Tebas, Eteocles y Polinices hallaron la muerte, uno a manos del otro. El rey Creonte, que era tío de Polinices, Eteocles y las doncellas, decretó solemnes exequias para Eteocles, pero prohibió que se diese sepultura a Polinices, que había llamado a los extranjeros contra su patria. Antígona se negó a cumplir esta orden. Considerando un deber sagrado, impuesto por los dioses y las leyes no escritas, el dar sepultura a los muertos y especialmente a los parientes próximos, infringió la orden de Creonte y vertió sobre el cadáver de Polinices un puñado de polvo, gesto ritual que bastaba para cumplir la obligación religiosa. Por este acto piadoso fue condenada a muerte y encerrada viva en la tumba de los Labdácidas, de quienes descendía. Se ahorcó en su prisión, y Hemón, su prometido, hijo de Creonte, se suicidó sobre su cadáver. También la esposa del rey, Eurídice, se quitó la vida, desesperada.
2. La leyenda conoce otra Antígona, hermana de Príamo, joven de extrema belleza. Orgullosa de su cabellera, pretendió que era más hermosa que la de Hera. Airada, la diosa transformó en serpientes los cabellos de Antígona; pero los dioses se apiadaron de ella y convirtieron a la infeliz en cigüeña, ave enemiga de las serpientes.